jueves, 29 de enero de 2009

Energías independentistas

Gustavo Duch Guillot
Galicia Hoxe


Si leyeron el Tercer Ojo de Lombsang Rampa recordaran como describía la utilización de las boñigas de yak secas como combustible para calentar la casa o la comida. Explicaba que había una reserva inagotable de boñigas aunque una vez echadas al fuego producían un humo de espantoso olor. A partir de excrementos, y con un poco de tecnología, hay pueblos en la India que aprovechan el gas metano que estos desprenden para producir la electricidad necesaria para mantener iluminado todo el pueblo durante las noches, ahora ya sin olor. También –otra vez- son muy aprovechables los excrementos de los animales de las granjas. Con procedimientos bastante sencillos es fácil convertir parte de los desechos de los animales en biogás. La fermentación de los excrementos genera gas metano que liberado en los llamados "biodigestores" son capaces de producir gas combustible apto para muchas tareas propias de una granja. La materia fecal restante del proceso se convierte a su vez en un fertilizante natural de primera categoría. En el medio rural tenemos muchos otros ejemplos de generación de energía de fuentes renovables, como las tradicionales norias de agua, los molinos de viento o las estufas con cáscaras de frutos secos.

Como ven en todos estos casos y en muchos otros tenemos varios elementos en común que destacar. Ingenio, aprovechamiento, reciclamiento, energía limpia, renovable, pero los que quisiera destacar son dos menos habituales: facilidad en su tecnología (muy poca inversión económica, fáciles de replicar, etc.) y diseñados para su uso a pequeña escala, lo que en definitiva nos lleva al concepto clave: energías que permiten independencia y autonomía.

Lamentablemente las políticas energéticas globales, tanto en su versión no renovable como en las energías verdes, tienden hacia modelos a gran escala que transfieren inequívocamente el control (y los beneficios) a las grandes corporaciones. El impulso de la energía eólica, solar y ahora los agrocombustibles no va acompañado de un impulso a modelos de gestión a pequeña escala y podemos llegar a situaciones de dependencia similar a los actuales. Estas energías nacidas en el campo deberían ser claves para favorecer un medio rural vivo e independiente. Si no es así, serían energías malgastadas.

martes, 20 de enero de 2009

La Antártida se quiebra por el calor

inSurGente.- Desde la primavera pasada, la llamada plataforma Wilkins se mantiene pendiente de un hilo, y actualmente está unida a la Antártida, por una franja de hielo de apenas 40 kilómetros de largo y 500 metros de espesor en su punto más estrecho. Según los científicos, su colapso es inminente y es un milagro que no haya ocurrido ya.

La plataforma de hielo Wilkins, en la península antártica, se convertirá pronto en la décima capa de hielo flotante en desaparecer en el océano de los últimos 50 años. Las plataformas de hielo son extensiones de capas de hielo continental que flotan en el mar. Pueden tener varios metros de grosor. La mayor de la Antártida, lade Ross, es tan grande como Francia.

"Hemos venido a la Plataforma Wilkins para verla morir", dice David Vaughan, glaciólogo de la Inspección Antártica Británica (British Antarctic Survey). La plataforma tiene una superficie de miles de kilómetros cuadrados y sobresale 20 metros por encima del mar junto a la península antártica. La franja que la mantiene en su sitio, ahora de 40 kilómetros, era hace 50 años de 100 kilómetros.

En su origen, la plataforma Wilkins cubría 16.000 kilómetros cuadrados. En las últimas décadas ha perdido el tercio de su superficie, pero aun así sigue siendo del tamaño de Jamaica. "Realmente podría desprenderse en cualquier momento", añade Vaughan, aunque quizás pueda durar semanas o meses. Una vez se desprenda, el hielo será absorbido por el mar.
En los últimos 50 años otras nueve plataformas han retrocedido o colapsado alrededor de la península antártica: Larsen A, Larsen B y Larsen C, Príncipe Gustav, Muller, Jones, Wordie, George VI norte, George VI sur y Wilkins. En total, se estima que han desaparecido unos 25.000 kilómetros cuadrados de hielo.

"Tanto ésta como las otras nueve plataformas que hemos visto con una trayectoria similar son consecuencia del calentamiento", dice Vaughan. Algunas de ellas tenían al menos 10.000 años de edad. En el continente, el espesor medio del hielo es de unos tres kilómetros, y se han extraído "testigos" (muestras) de hasta 800.000 años.

La pérdida de plataformas continentales no suele afectar al nivel del mar significativamente porque es hielo que en buena parte está sumergido en el agua. Lo que sí preocupa a los científicos es que, al desaparecer, permita el desplazamiento de los glaciares continentales hacia el mar, algo que sí alterará el nivel del agua.

La temperatura en la península antártica ha aumentado unos 3ºC desde 1950, en contraste con el resto del continente blanco, donde apenas se han registrado indicios de calentamiento. El Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) de la ONU, del que es miembro Vaughan, estimó en 2007 que el nivel del mar se elevaría entre 18 y 59 centímetros en este siglo.

lunes, 19 de enero de 2009

Eco-socialismo o barbarie

Luis Martínez Andrade
Rebelión


Desde los primeros Informes para el Desarrollo Humano publicados desde 1997 por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNDU) leíamos, en la carta de buenas intenciones para el fin del milenio, algunas recetas para erradicar la pobreza en la que destacaban: igualdad de género, crecimiento en beneficio de los pobres, participación del Estado en la alianza entre la política y el mercado, entre otras. Sin embargo la situación de marginalización, desigualdad estructural y exclusión social se ha agudizado. Actualmente en 2008 el PNDU informa que: más de 1000 millones de seres humanos viven con menos de un dólar al día, que el 20% de la población mundial acapara el 90% de los recursos (todavía en 2003 se decía que era el 80%), que las mujeres ganan 25% menos que los hombres en competencias similares, que 30 000 niños de menos de 5 años mueren al día a causa de enfermedades que pudieron ser evitadas.
El sistema capitalista, actualmente en una crisis estructural sin precedentes[3], no puede seguir paliando sus contradicciones[4], día a día, muestra a través de gobiernos ilegítimos y de organismos internacionales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio sus mecanismos de exclusión. El libre mercado, al que nuestros políticos rastreros le han apostado, sólo ha servido para seguir sumiendo al pueblo en la pobreza. Sin embargo, cuando se trata de rescates bancarios (FOBAPROA, IPAB) o reformas energéticas la “mano del Estado” actúa en beneficio de los “de arriba”.

Por otra parte, el precepto básico de “progreso” emanado de una cerrazón evolucionista debe ser erradicado. Su falacia naturalista debe ser increpada por un enfoque historicista y de corte libertario que permita develar los intereses ocultos de las clases dominantes. En otras palabras, necesitamos confrontar teórica y políticamente los mitos, las imágenes y las figuras discursivas del poder. De ahí que sea fundamental una perspectiva que cuestione radicalmente conceptos y categorías que no sólo encubren la explotación sino que además consolidan la matriz ideológica del sistema.

El “pecado estructural” -llamado así por los teólogos de la liberación- y el grito de la Tierra -para usar la expresión de Boff- deben ser tomados en cuenta de manera radical en todo proyecto político, es decir, se debe ir a la raíz de los problemas sociales y ambientales. En este sentido, el eco-socialismo es un proyecto emancipatorio que parte de ciertas premisas como son: la exigencia de la propiedad colectiva de los medios de producción, la satisfacción de las necesidades sociales en armonía con la naturaleza, la complementariedad del principio de responsabilidad (H.Jonas) con el principio de esperanza (E.Bloch) y la ruptura con el paradigma productivista[5].

No faltará quien, por razones ideológico-políticas, intente ligar socialismo con aparatos represivos, partido único, Gulags, entre otros, para denostar la carga revolucionaria y emancipatoria que encierra ese proyecto utópico. Indudablemente no se debe confundir “el terrorismo de estado” practicado por los malogrados gobiernos soviéticos (Leszek Kołakowski), como tampoco se debe entender “santa inquisición” como sinónimo de cristianismo (Hans Küng) o “el crimen sionista” como expresión ética del humanismo semita (Enrique Dussel).

La defensa de la naturaleza no puede estar desarticulada sin la lucha contra el capital, ya que sólo una actitud revolucionaria puede transformar de manera convincente las secuelas del modelo de civilización. Por tanto argüimos que el “discursillo arribista” de nuestros partidos verdes y que los proyectos de eco-desarrollo o eco-turismo enarbolados por las ONG´s colonialistas no puedan ser una solución sino, al contrario, son mecanismos de reificación de los problemas que padecemos: crisis económicas, sociales y ecológicas.

Hoy, más que nunca, es fundamental un cambio de paradigma y de horizonte civilizatorio. Grupos radicales del movimiento “sin tierra” en Brasil, de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador y del movimiento zapatista en Chiapas siguen nutriendo la puesta en marcha de proyectos comunitarios de autogestión bajo una exigencia ética de liberación por parte de nuestros pueblos.

Aunque en algunas ocasiones a nuestras “buenas consciencias” latinoamericanas les guste blanquearse y soslayen nuestro lugar como economías coloniales en el sistema internacional y a ochenta años de la publicación de los 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, sostenemos con Mariátegui que: “el destino del hombre es la creación. Y el trabajo es creación, vale decir liberación”.

[1] Texto publicado en el suplemento “Definitivamente Jueves” del diario mexicano El columnista el 15 de enero de 2009.

[2] Sociólogo mexicano.

[3] Immanuel Wallerstein utiliza los ciclos de Kondratieff para explicar las etapas relativamente largas del sistema-mundo en una fase de expansión y una de concentración de la economía (fases A y B). La duración de cada fase es aproximadamente de 25 a 30 años. Las fases se distinguen notablemente por la primacía del pleno empleo o el desempleo, la preponderancia de la producción o las inversiones financieras como fuente principal de beneficio, el perfeccionamiento de las técnicas existentes o la innovación en la producción. La transición en la que se encuentra el sistema-mundo es, quizá, la más significativa desde hace más de cinco siglos. Cfr., Después del liberalismo, Siglo XXI, México,1999.

[4] Indudablemente nos referimos a la inmanente entre capital/trabajo, pero también a la analizada por James O´Connor que refiere a las condiciones de producción (tierra, suelo, naturaleza, etc.) demostrando que el capitalismo es un sistema ecocida. Cfr., Natural Causes. Essays in Ecological Marxism, The Guilford Press, New York&London,1998.

[5] Cfr. Michael Löwy, Ecologia y socialismo, Cortez Editora, São Paulo, 2005.
Los combustibles “verdes” de Obama

Silvia Ribeiro
La Jornada


Durante su campaña Barack Obama, presidente electo de Estados Unidos, promovió continuamente los agro- combustibles como parte de su “nueva economía verde”. Obvió la creciente cantidad de estudios que muestran que los agrocombustibles tienen una eficiencia energética negativa (usan más combustibles fósiles de los que dicen suplantar, empeorando las causas del cambio climático), que compiten con la producción alimentaria (por los cultivos, tierra, agua y nutrientes) y que para alcanzar las metas de uso de “biocombustibles”, no alcanza con la producción en Estados Unidos, por lo que fríamente se cuenta con la producción de granos en países del sur, donde se agravan todos los problemas anteriores. Actualmente, Estados Unidos dedica la tercera parte de su producción de maíz para etanol.

La elección y próximo nombramiento de Tom Vilsack como secretario de Agricultura y Steven Chu como secretario de Energía, revelan que la política de la administración Obama será no solamente continuar con esta dañina industria, a la que ya aseguró nuevos subsidios –que solamente beneficiarán a las transnacionales del sector–, sino también promover agresivamente el desarrollo de nuevas y más riesgosas generaciones de agrocombustibles, basadas en nuevos cultivos transgénicos y biología sintética (seres vivos diseñados con genes artificiales).

Tom Vilsack, ex gobernador de Iowa, fue nombrado en 2001, “gobernador del año” por la Organización de la Industria Biotecnológica (BIO, que agrupa a mil 200 empresas biotecnológicas a escala global, incluyendo Monsanto y las demás que monopolizan los transgénicos), “por su apoyo al crecimiento económico de esta industria”. Anteriormente, había fundado una asociación (Governors’ Biotechnology Partnership) para promover los transgénicos con los otros gobernadores. En 2002 defendió fieramente el uso de maíz para producir fármacos, e incluso criticó a la propia industria, que obligada por las críticas públicas y escándalos de contaminación con ese maíz no comestible, había anunciado una restricción voluntaria de los farmacultivos. Con igual entusiasmo defendió la clonación de vacas lecheras. El apoyo no fue solamente discursivo. Durante su gobierno, Trans Ova Genetics, dedicada a la clonación de vacas lecheras, recibió 9 millones de dólares en subsidios y ProdiGene, la empresa multada en 2002 por contaminación con maíz farmacéutico, recibió 6 millones de las arcas del estado. En 2005 fue el autor intelectual de una ley que restringe el derecho de los gobiernos locales a regular los transgénicos. No sorprende que sea también un entusiasta defensor de los agrocombustibles transgénicos de maíz y soya. Sólo faltaba el elemento realmente “innovador”, que aportará el nuevo secretario de energía, Steven Chu.

Chu es físico y premio Nobel. Viene del Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley, donde dirige un proyecto de energía, cuya meta es “producir tecnologías transformadoras en nanotecnología y biología sintética”. Sus principales colaboradores son industriales de la biología sintética. Jay Keasling, fundador de Amyris Biotech, es codirector del proyecto. En una presentación reciente ante el Comité de Energía y Recursos Naturales del Senado de Estados Unidos (Science News, 13/1/09) Chu se declaró dispuesto a desarrollar la industria nuclear y a continuar el uso de carbón a gran escala, siempre que se siguieran desarrollando proyectos de secuestro de carbono. O sea, seguir creando gases de efecto invernadero, pero promoviendo el jugoso negocio –inútil para prevenir el cambio climático– del comercio de emisiones de carbono. Pero en lo que se mostró realmente apasionado, es en el desarrollo de una “cuarta generación de biocombustibles”, a partir de biología sintética, proyecto en el que ha estado trabajando desde hace dos años. Se trata, explicó, de microbios “entrenados” para transformar cualquier tipo de azúcares, no sólo en etanol, sino también en “sustitutos similares a la gasolina, diesel y combustible de jets”. Aseguró que se podría usar cualquier materia prima, como residuos de maíz y otros cultivos, pero lo interesante serían cultivos para forraje y otros para producir etanol celulósico.

Lo único realmente verde de estas nuevas generaciones de combustibles será el dinero que ya están viendo las grandes industrias de los transgénicos, agronegocios, petroleras y farmacéuticas, que son los inversores y asociados de las compañías de biología sintética. Como son trasnacionales no es un problema sólo estadunidense: esto es el impulso que buscaban para expandir estas nuevas tecnologías contaminantes al resto del mundo. En México, la presión por sembrar nuevos maíces transgénicos y farmacultivos, crecerá “oficialmente”. La empresa de Keasling, Amyris, ya tiene contratos en Brasil con grandes productores de caña de azúcar. Lo que nos legará un aumento de la disputa por tierras, agua y residuos.

*investigadora del Grupo ETC